El Profeta Gonzalo Arango

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Agradecemos a todos en Todaspartes, por asistir y compartir en éste viaje, vivimos una fiesta maravillosa en los diferentes lugares de Colombia y el mundo, donde se realizó la presentación de ésta valiosa obra de nuestro querido Profeta Gonzalo Arango, a Michael, infinitas gracias por compartir amorosamente ésta joya, a todos los organizadores en las diferentes ciudades, mil y mil gracias por compartir y construir maravillas, de igual forma los invitamos a que nos compartan su experiencia en las diferentes ciudades donde se realizaron los eventos...

Pronto nos encontrarán nuevos espacios para compartir...

La profecía hecha carne
Lotus Salcedo

A simple vista han pasado 83 años desde que nació Gonzalo; 5 décadas desde que se dictara la conferencia que hemos venido a ver hoy; más de medio siglo de nadaísmo. Pero si nos elevamos al cielo sobre nuestros pomposos egos para ver el paisaje, veremos que también han pasado cosas tan horribles que harían llorar a cualquier nadaísta. Durante este tiempo, la irreverencia juvenil se ha mermado por la idiotez generalizada que se eleva sobre nuestro mundo y nos amenaza como una gigantesca nube de smog sobre nuestras cabezas; los espíritus que deberían por naturaleza ser rebeldes, han cambiado el jazz y la música de Los Yetis por el perreo de cada fin de semana; el placer de perderse en las fulminantes letras de fuego de un poemita inocente pero carnal ha sido cambiado por libros de vampiros y princesas sadomasoquistas; el fútbol sigue siendo más importante que el arte, aunque sus seguidores mueran por igual; los héroes ya no son poetas desnudos como X-504, sino las estrellitas pseudoporno de Disney Channel.
Para celebrar al genio de Andes habrá muchos días y las formas serán incontables. Pero hoy, en vez de llenar de flores y chocolaticos su memoria, he venido a hacerles una invitación que el mismo poeta antioqueño amaría. Es tan simple y tan compleja como el insulto de una novia molesta: Dejemos de ser una eterna promesa y seamos. Que la profecía se haga carne. La invitación es a ser y recordar sin nostalgia. A ser algo indefinido pero indiscutiblemente vivo. A ser materia y espíritu a la vez. A ser un chiste zen. Si Gonzalo Arango fue el profeta, que nosotros seamos la profecía.
Pero, no pretendamos ser nigromantes reviviendo fantasmas del pasado, sino buscadores de nuevos horizontes abriendo paso donde Gonzalo y el resto de nadaistas nos han dejado el camino. No caigamos en el vicio postmodernista de limitarnos a reciclar descaradamente a los genios de otros siglos. Evitemos las trampas de crear un neo-nadaísmo, post-nadaísmo, ultra-nadaísmo, trans-nadaísmo, anti-nadaísmo, contra-nadaísmo, y cuantos prefijos se imagen para ensuciar la palabra de un legado que debe ser recordado pero no dañado. No hay que tratar de ser lo que ya fue, pero sí es nuestro deber ser ahora, y volver a bombardear este país y este planeta, no con armas y muerte, sino con arte. En las calles, colegios, universidades, plazas, museos, palacios, baños públicos y camas frías. Hasta cuando vean poesía, hablen poesía, sientan poesía, lloren poesía, forniquen poesía. Hasta cuando nuestras formas sean fiel expresión de nuestras letras y las gentes nos reconozcan, y aunque nos vean cagando, digan, “qué hermosa poesía que cagan esos jóvenes”. La poesía saldrá del papel y se hará carne.
Debemos gritarle al mundo que somos las juventudes que Fernando González un día soñó y que Gonzalo Arango prometió corromper. Hay que amar a la vida y a nuestras amantes con la lujuria de un poema de Jotamario Arbeláez.  Pero no se confundan, tampoco quiero ver convertido al nadaísmo en una nueva iglesia de predicadores, ídolos y masas. Si convertimos a Gonzalo en un ídolo y le construimos altares, serán otro ídolo que no deberíamos dejar en su sitio y los altares de otra fe que no deberíamos dejar intacta. No seamos masa, seamos un cúmulo de individualidades.
Yo sé que esto les puede parecer descarado de mi parte, pero prefiero pasar por loco antes que por un simple espectador conformista. No esperen a que su vida se pase mientras cambian canales, chatean en sus celulares y bajan pornografía por internet. Es hora de que dejemos de ponerle tetas de silicona a la literatura. No más traquetos, ni telenovelas, ni trucos baratos. Está en nuestras manos ofrecer algo distinto a las letras y al pensamiento, blandir nuestra promiscua imaginación como arma filosa que corte los paradigmas de este mundo tan feo y por las mismas razones, tan bello de imperfecciones. ¿Por qué para putear nuestra dignidad sí servimos y para escribir poemas no? Si ante los ojos de nuestras madres es lo mismo. ¿Por qué no ser ambiciosos de espíritu, por qué conformarnos con lo que los altos ministerios de gobierno nos ofrezcan? Si no nos gusta este mundo, creemos uno a nuestra imagen y semejanza.
Hay que poseernos a nosotros mismos; dejar de tener opiniones y empezar a producir ideas; dejar llegar, dejar ser, dejar ir;  ser vida y dejar arte en el camino; abrazar las contradicciones; no mentirnos a nosotros mismos; autoexpresarnos en la nada de nuestras vidas; juntar nuestros cuerpos como imanes poderosos; amarnos en cada respiro y cada poema. Emanar espíritu de libertad en cada letra.
Ahora, para que el esfuerzo de hombres como el que acabamos de escuchar (Gonzalo Arango) o el que está allí sentado (Jotamario Arbeláez), no sean en vano, lo único que espero de ustedes es que al terminar de leer estas palabras, al levantar mi mirada hacia la suya, pueda ver en los ojos de quiénes, como yo, tienen sed de este deseo, la convicción de cumplirlo. Quiero saber si en esta misión estoy solo, o si tengo alguno de sus espíritus y plumas de mi lado. Quiero saber si quieren seguir atrapados en los años 60, o si quieren darle a nuestra historia una nueva bofetada. Si quieren seguir fantaseando con lo bonito que escribían Amilkar y Gonzalo, pensando desde sus sofás “Qué harían ellos”, o si por el contrario quieren hacer un verdadero honor a estos genios y sus letras, y encender una luz, que como quería el maestro Fernando González, haga arder al espíritu de este país de curas y políticos.
Si es así, les invito a dar un estruendoso aplauso. No a mí, ni a mi discurso, ni a ustedes; ni a los presentes o ausentes; ni siquiera a Gonzalo, sino a la nada. Que el profeta, el brujo de Otraparte, Amlikar U, Dario Lemos, y cuantos otros que habiten en las esferas metafísicas escuchen nuestro aullido dónde estén ahora. Y que los que aún siguen vivos como Jotamario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar, o Eduardo Escobar,  sientan el temblor de nuestras palmas.

Aullemos, amigos. Aplaudamos y aullemos a la nada y a la luna. 


Discurso leído en la presentación de la conferencia inédita de Gonzalo Arango “Grandeza y miseria de la literatura”, y la celebración del que sería su cumpleaños número 83.